La vida puede ser abrumadora en ocasiones, con interminables listas de tareas, plazos, responsabilidades o enormes sueños a alcanzar. Es fácil perderse, abrumarse en la prisa de todo, y olvidar apreciar las hermosas pequeñas cosas, que alegran nuestro día a día, o que, simplemente, hacen nuestras vidas más fáciles y cómodas.
Pero a veces, la vida no solo es abrumadora, también es solitaria. En un mundo que puede sentirse desconectado y poco afectuoso, puede ser difícil encontrar personas con las que compartir esas hermosas pequeñas cosas, y que realmente nos comprendan y apoyen. Esto es especialmente cierto para aquellos que no encajan en las estrechas definiciones de normalidad de la sociedad. Cuando en tu vida estás acostumbrado a sobrevivir, se te puede olvidar que, aunque no estés en el ideal de donde te gustaría encontrarte, en el proceso de alcanzarlo, puedes todavía apreciar las hermosas pequeñas cosas que sí están ahí.
En el último capítulo de The Last of Us, Riley y Ellie, dos chicas adolescentes, no se encuentran en su mundo ideal, y tienen sueños sobre su futuro, pero encuentran en el presente, alegría y amor en pequeños momentos juntas; compartir una comida, caminar tomadas de la mano, subir y bajar escaleras mecánicas, jugar Mortal Kombat en una máquina arcade o tomar una foto en un fotomatón. Riley comparte su pequeño mundo con Ellie; comparte sus hermosas pequeñas cosas y se convierten en enormes para las dos. Ellas son un ejemplo perfecto de lo importante que es recordar que la vida no se trata solo de los grandes hitos o logros, también se trata de encontrar belleza y significado en las pequeñas cosas, de compartirlas con personas que quiere, para que se conviertan en enormes.
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